martes, 21 de diciembre de 2010

Coomaraswamy: El Árbol de la Vida

 Reseñado por Joaquín Albaicín

EL ÁRBOL DE LA VIDA
Varios AutoresKairós


Siempre es un placer leer a Ananda K. Coomaraswamy, y una ocasión tan buena como cualquier otra nos la brinda esta colección de ensayos sobre la Naturaleza en el arte y las tradiciones de India. El recuerdo del voto de Avalokitesvâra de no entrar en el Nirvâna en tanto no haya antes cruzado sus puertas la última brizna de hierba sirve al gran metafísico en el suyo para aleccionarnos acerca de la limitación específica de toda teología puramente antropomórfica, "pues Él inviste formas y sonidos vegetales, teriomórficos y geométricos que son tan prominentes o tan minúsculos, como la carne misma que inviste”. Inevitable –y necesario- poner esta frase en relación con las consideraciones sobre el punto de vista no humano sobre las que se ha extendido Vidya Nivas Mishra en sus diálogos con Rafael Argullol.

Hay en la contribución a este volumen debida a Óscar Pujol Riembau unas líneas muy iluminadoras sobre el valor del silencio, sobre el que precisamente Coomaraswamy (y Guénon) escribieron a fondo. Pujol desgrana además una exposición ejemplar de la relación hombre/naturaleza en la mitología y cultura hindúes, ilustra sobre la vida ritual cotidiana del hindú y predice el fin de la civilización asúrica que sufrimos. Raimon Panikkar deja, por su parte, caer una observación de peso: la contemplación no es una aspirina para conseguir la calma. Al revés: hay que estar en calma para poder contemplar. En cuanto a la introducción de Chantal Maillard, compiladora del libro, es muestra elocuente de cómo todos los tópicos del orientalismo se están viendo obligados a hacer poco a poco mutis por el foro. La retirada no es generalizada ni confesa (probablemente, no se confiese nunca), pero ya ha comenzado. Nos congratulamos de ello.

Ensayos de K. D. Tripahi, Kapila Vatsyasan o Eva Fernández del Campo Barbadillo, entre otros, vienen a completar el índice. Sólo subrayar, a modo de comentario general en torno al mundo de los estudios índicos, que no cesamos últimamente de toparnos –en discursos presuntamente reivindicadores del hinduismo, el no-dualismo y vitolas espirituales del mismo orden- con intentos de cimentar toda argumentación asertiva en base a la negación de las teologías "occidentales" y, en particular, a interpretaciones harto simplistas del Génesis. Procede decir que una cosa son el judaísmo, el cristianismo y el islam (su gnosis, rituales y teología) y otra bien distinta la lectura superficial de los mismos por la mentalidad occidental moderna (o no tan moderna) de sus mismos representantes oficiales. De hecho, las críticas a menudo vertidas contra las tradiciones abrahámicas en nombre del "hinduismo" o el "budismo" denotan bien a menudo una mentalidad inequívocamente occidental y moderna. Quisiéramos, en este sentido, recordar -con Guénon- que quien ve oposición de fondo entre las diversas formas tradicionales no es sino porque no las conoce. E invitar -sin ánimo de pontificar- a leer más a Coomaraswamy.

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