lunes, 9 de octubre de 2017

El científico y el santo - Libro de Avinash Chandra


El científico y el santo. Los límites de la ciencia y el testimonio de los sabios

Editorial: José J. de Olañeta Editor
Autor: Avinash Chandra
Páginas: 777 / Formato: 15 x 21 cm / Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-9716-989-9

Indice


Introducción
El mundo en la encrucijada
La ciencia
Evolución, creación, manifestación,
La subjetividad, la mente, la consciencia
La consciencia en el pensamiento de la India
El conocimiento espiritual
El testimonio de los sabios
La religión, las religiones
La muerte
El mal
Salir del laberinto


Sinopsis de libro




Trayendo a sus páginas una cantidad impresionante de citas de muchos científicos, pensadores y santos de todas las tradiciones, este libro, escrito desde la convicción y que trata temas de urgente actualidad, es imprescindible para empezar a desentrañar los retos metafísicos a los que se encuentra enfrentado el mundo moderno. Un libro para la reflexión.

Avinash Chandra, profundo conocedor de las culturas de la India y de Europa, expone que la nueva cosmovisión tan urgentemente necesitada no puede ser sino lo que se ha llamado la “filosofía perenne”, las enseñanzas de todos los sabios, siempre y en todo lugar.

Tras el rechazo de la visión religiosa, en Occidente la visión del mundo y de la vida se basa implícitamente en lo que dice (y lo que no dice) “la ciencia”, considerada la medida casi irrefutable para determinar lo que es cierto y lo que no. Pero esta estudia únicamente lo cuantitativo y mensurable, y deja escapar el resto (que, por acción u omisión, se considera no existente o “no probado”), y (a pesar de los descubrimientos de la física cuántica) parte de la base de que hay un mundo exterior material hecho de objetos independientes entre sí —y, más importante, del sujeto que los percibe— que se puede investigar de manera “objetiva”, esto es, sin que la consciencia que lo estudia tenga un lugar prominente. Una consciencia sobre cuya naturaleza la ciencia queda, de pronto, muda.

La mentalidad cientificista (la ideología que proclama que la ciencia tiene el monopolio del conocimiento) contiene, a menudo de forma inconsciente, muchos dogmas filosóficos y metafísicos. Por otro lado, “la ciencia” no constituye una unidad: las distintas ciencias no convergen en una imagen unificada del hombre y el universo. Las ciencias —de precisión y fiabilidad variables, y de teorías y especulaciones continua­mente cambiantes— descubren muchos conocimientos ciertos desde el punto de vista que les es propio, pero no tienen la capacidad de dibujar una cosmovisión cierta y coherente, dada la multitud de factores que escapan a sus redes. La imagen que se presenta, explícita o implícitamente, de un universo ciego y únicamente material, donde todo sucede por azar y la consciencia es un extraño invitado, es solo una extrapolación filosófica a partir de unos pocos datos científicos acordes con el tipo de preguntas que se le han hecho a la naturaleza.

De la misma manera en que no puede hablarse de “la ciencia”, tampoco puede hablarse de “la religión” como de un algo unificado. Lo que hay son distintas religiones que se manifiestan adaptándose a las diferentes sensibilidades y circunstancias socio-culturales de los seres humanos, y cuyos seguidores reflejan o distorsionan en distintas medidas. La ciencia, la religión, la política, son actividades humanas con sus luces y sus inevitables sombras, responsables tanto de grandes bienes como de grandes males.

No se puede pretender erradicar estas actividades humanas naturales —que inevitalemente resurgirían bajo otras formas— para evitar los perjuicios que traen consigo; se trata de intentar practicar buena política, buena ciencia, buena religión.

Por otro lado, en todos los tiempos y latitudes, una larga cadena de santos y sabios han aseverado conocer el corazón del universo, la última realidad. Esos hombres y mujeres, a menudo las mejores mentes de cada generación, eran las personas más veneradas y consideradas más dignas de confianza hasta tiempos recientes, y han constituido el corazón contemplativo de las religiones. Aunque con muchas variaciones, sus testimonios son asombrosamente coincidentes, o, cuando menos, convergentes. ¿Cómo ignorar lo que todos ellos nos dicen? ¿Es concebible que todos, desde el primero hasta el último, estuvieran alucinados?

El significado de la vida no puede hallarse mediante el estudio del mundo exterior, sino profundizando en la consciencia, en el mundo interior del ser humano: el camino de la contemplación, distinto del razonamiento pero no irracional. Este es el mundo en el que se sumergieron los santos y sabios. Este libro es una llamada a la dimensión interior, a la mística que representa el corazón y el significado más profundo de todas las religiones. Muestra también la contribución que el pensamiento de la India puede ofrecer para salir de la confusión y la falta de dirección en que se encuentra actualmente el mundo.