Historia de los métodos de meditación No Dual es un extraordinario libro escrito por Javier Alvarado con el que Ignitus-Sanz y Torres ha querido proseguir su Colección Blanca. A lo largo de 616 páginas su autor nos resume lo más esencial de la Meditación No Dual como evidencia su exhaustivo índice.
Queremos en esta reseña transcribir a continuación las primeras páginas de esta magnífica obra.
NOTA INTRODUCTORIA DEL AUTOR
Este libro tiene por finalidad el
estudio de ciertos métodos de meditación seguidos no solo por tradiciones
religiosas o movimientos metafísicos que continúan vivos actualmente como el vedanta
advaita, la cábala (dentro de la tradición judía), el cristianismo o el islam
(particularmente el sufismo), sino practicados también por otras corrientes o
escuelas que, aunque ya desaparecidas, influyeron significativamente en
Occidente. Es el caso del neoplatonismo o del estoicismo cuya influencia se
dejó sentir en el cristianismo antiguo y medieval, o del hermetismo
grecoegipcio que tuvo un papel destacado en el Renacimiento cultural europeo
a partir del siglo XV. Especial consideración se ha dado a la tradición
cristiana mostrando algunos de los autores más representativos del recogimiento
y de sus métodos de meditación.
El objeto de este estudio puede
parecer paradójico. De un lado suele afirmase que los métodos se transmiten de
maestro a discípulo y se custodian en cofradías y linajes espirituales. Pero, de otra parte, también se afirma que
no existe método alguno y que todo ello no es más que una invención de la mente
o, si se prefiere, del ego, que disfruta entreteniéndose con las ideas
de “búsqueda”, “progreso espiritual”, “Iluminación”, etc. De hecho, algunos
sabios hablan del método como un no-método, pues, en rigor, ¿qué método puede
haber para ir de mí mismo a mí mismo?
Pero si el Espíritu no necesita
progresar ni encontrar nada, ¿quién es entonces el que busca y quien es el que
es encontrado? Al final parece que el método no se encamina a obtener nada (pues lo que buscamos ya lo tenemos)
sino a despojarnos de lo que, erróneamente, creemos que somos... Ante tamañas
cuestiones, la empresa de escribir un libro sobre este asunto parece, a primera
vista, demasiado ambiciosa. Advirtamos de entrada, no obstante, que al adoptar
el punto de vista historicista, ni siquiera es necesario resolver el Enigma...
basta con señalar la existencia de la paradoja.
Precisamente el punto de vista
histórico-crítico es el más adecuado para introducirse desde fuera en
ese sutil universo. No obstante lo anterior, se advierte que la exposición
temporal obedece a fines meramente utilitarios que no prejuzgan o implican la aceptación
de una historia evolutiva de la espiritualidad, el misticismo, el esoterismo o
que tal evolución resida exclusivamente en influencias o préstamos que hayan
pasado de una tradición a otra. Por el contrario, las similitudes de las
descripciones de las denominadas experiencias místicas también se deben a la
existencia de dimensiones o estados supraindividuales fuera del tiempo y del
espacio propiamente humanos que pueden ser transcendidos o rebasados hic
et nunc en determinadas circunstancias.
Por eso, quienes en nuestros días han
vivido o reproducido una tal experiencia y han conectado con Eso
o sido tomados por esa Fuente, lo han hecho de la misma
manera que lo experimentaron los ascetas, sabios, magos o filósofos de hace
siglos. La Fuente es la Misma y Única, y el momento es siempre Ahora.
En nuestro deseo de respetar el
pensamiento original de los autores aquí estudiados, hemos seleccionado los
textos más significativos de ciertas obras guiando al lector por un determinado itinerario con algunas glosas
procurando permanecer siempre detrás del discurso originario. Al respecto, una
de las dificultades que encontramos al intentar profundizar en el pensamiento
de autores antiguos proviene del diferente sentido que confieren a conceptos como
“Dios”, “alma”, “místico”, “método”, “conocimiento espiritual”, etc. Ante tal
pluralidad de significados nos ha parecido más adecuado respetar el vocabulario
utilizado por cada autor efectuando, en algunos casos, algunas aclaraciones. Es
el caso, por ejemplo, de la palabra “mystika”, tan polifacética hoy en día,
y que hemos procurado recuperar en su sentido estrictamente etimológico. En
efecto, palabras como “místico”, del griego mystikos, al igual que
«mito» o «misterio», mustêrion, o
silencio, mueô, lo referente a los misterios (ta mystika), es
decir, a las ceremonias mistéricas, el iniciado (mystes),
el adverbio mystikos (secretamente), proceden del verbo myo. Este
verbo se origina del sonido onomatopéyico derivado de la acción de cerrar
fuertemente los labios para no articular sonido
alguno.
Por tal motivo, tradicionalmente, la
palabra “mística” o “misticismo” ha designado la “ciencia del misterio”, la “ciencia
de los iniciados” y, más expresivamente, la «disciplina del silencio»,
entendiendo por silencio o secreto no solo aquella “experiencia” espiritual
que, por su propia naturaleza, es «inexpresable» e «incomunicable», sino también
un cierto método y técnica para facilitar el paso de la meditación en formas y
objetos hacia la meditación pura o contemplativa, es decir, exenta de
pensamientos. Ilustres sabios como Guénon han mostrado su rechazo a emplear la
palabra “mística”referida al ámbito metafísico con el argumento de que “el sentido
actual de la palabra mística está demasiado alejado de su acepción
etimológica como para permitir volver a ella”, proponiendo sustituirla por la
de “esotérico”, “iniciático” o “metafísico”.
Sin embargo, la palabra “esoterismo”,
asumible en la época de Guénon (primera mitad del siglo XX), ya no resulta tan
clarificadora a comienzos del XXI debido a su indiscriminado uso en todo tipo
de ámbitos. Otro tanto sucede, aunque en menor medida, con el empleo del
término “iniciático”, o “metafísico”, que han sido privados de todo contenido
espiritual y se utilizan fundamentalmente en un sentido filosófico especulativo
cuando no vulgar. Ello explica que retomenos las palabras “mystika” y “mystes”,
en su sentido originario. Lo mismo acontece con el uso indiferenciado de
palabras como “espíritu” y “alma” que se hace en numeras obras antigüas y
modernas siendo, no obstante, dos conceptos totalmente distintos. También aquí
hemos respetado la terminología de cada autor.
Bien es verdad que en la tradición
religiosa judeocristiana se distingue entre ruach (espíritu), el alma (heb.
néfesch) y el cuerpo, de modo que, mientras que el alma o néfesch muere
con el cuerpo, la ruach (espíritu) es inmortal. Sin embargo, como ruach
y néfesch fueron traducidas ambas al griego como ψυχή (psykhé) y al latín
como ánima (alma), muchos místicos han utilizado las palabras “alma” o “espíritu”
como sinónimas.
También los estoicos distinguían entre
cuerpo (soma), alma (psiqué) y espíritu (hegemonikón).
Igualmente, algunos autores tradicionales hacen la distinción entre el “Ser que
causa el Ser” (es decir, el Dios antes de la aparición de Dios y que en
el Antiguo Testamento se denomina Yahweh) y el “Ser” mismo, lo que equivale a
la distinción que en la India se hace entre Parabrahman (es decir, lo que está más
allá de “Yo soy”) y Brahman (“Yo soy”), o la que Eckhart hacía entre la
Divinidad (antes de la aparición de la Creación) y Dios (como creador). El que
tales distinciones respondan a una realidad metafísica o sean más bien constructos
mentales de utilidad pedagógica, es cuestión que veremos más adelante.
Hechas estas consideraciones, pasemos
a comentar algunos de los autores, episodios y textos representativos del camino
metafísico
Sencillamente MAGNIFICO
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